miércoles, 19 de noviembre de 2008

"SOLEDADES...DE BABEL O DIALÈCTICA DE LA SOLEDAD: SOLEDAD Y OTREDAD"



IN MEMORIAM: Para Octavio Paz en su aniversario luctuoso.



Las líneas que a continuación escribo, son un comentario sesgado, en torno a la soledad y que, como pretexto de la lectura de un poema de Benedetti: “Soledades”, me permito contraponer mi lectura que, en torno a la poética de la soledad, Octavio Paz nos ha aportado. Tal vez, sea ocioso mencionar dos de sus grandes obras: un ensayo de poética histórica: “Laberinto de la Soledad” y un gran poema: “Piedra de Sol”. Quienes estèn interesados en leer los poemas aludidos en estas líneas; no les será difícil encontrarlos en Google. No està por demás advertirles que no pretendo, ni con mucho, un análisis de los poemas en cuestión. Es, sobre todo, un comentario sesgado en torno a la soledad.



“Nuestra condición humana es: nacer solos y morir solos”
Octavio Paz

I


La soledad siempre ha sido uno de los temas centrales en la poesía y, no lo es menos, en la poesía en lengua española. Su sentido poético ha cambiado a lo largo de la historia. La soledad, concebida como retiro y apartamiento de la turbulencia de las ciudades, para regocijo y plenitud del espíritu en la paz y quietud del campo. (Góngora, Lope de Vega), pero también existe la soledad del místico, que es una forma de abandono y comunión con esa otra realidad: lo sagrado y lo divino (San Juan de la Cruz); la soledad como forma de abismarse en sí mismo, como forma de autoconocimiento: “las aguas del abismo/ donde me enamoraba de mí mismo” (Quevedo). Y a partir del siglo XIX con ese gran movimiento de rebelión romántico: Nietzsche, Marx, Freud y, en especial, los poetas “malditos o demoníacos”: Hölderlin, Novalis, Baudelaire, etc., la soledad se asume como conciencia de la angustia, fruto del desamparo y desesperanza del hombre moderno; como conciencia de la escisión del hombre y sus creaciones; como búsqueda de unidad entre conciencia e inocencia; como nostalgia de un ‘estado perdido’ en el que el hombre era uno con el mundo y sus creaciones.
Ya en pleno siglo XX, Antonio Machado, poeta, escritor y filósofo, atisbó acerca de los problemas fundamentales de nuestro tiempo y de la poesía. Concebía a la soledad como búsqueda de ‘otredad’, como sed de alteridad. Machado, nos dice, que “el hombre es: esencial heterogeneidad del ser”. El hombre y su soledad solo adquiere sentido en relación a los ‘otros’. El hombre en su soledad es búsqueda de trascendencia, el yo adquiere sentido en el tú, el ser es avidez de ser lo que ‘el no es’. La radical alteridad del hombre es la mujer. Antonio Machado nos proporciona en su “Juan de Mairena” una dialéctica de la soledad.
Antes de seguir con estos comentarios, quisiera abordar el poema de Benedetti.
II


¿Desde que tradición poética nos habla el poeta en su poema “Soledades”? Es claro, que el poeta no puede eludir o abordar el tema de la soledad sin considerar lo que nos han dicho otros poetas. ¿Qué nos aporta o revela el poema para la comprensión de la soledad del hombre en estos tiempos modernos? Si algo nos aporta la poesía, es el revelarnos aspectos vitales de nuestra condición humana; el proporcionarnos una visión con la cual se nos haga más habitable y comprensible el mundo. Es a través de la palabra, que se nos revela el sentido profundo y misterioso del mundo.
¿Qué nos quiere decir el poeta, cuando dice: Ellos tienen razón/ esa felicidad/ al menos con mayúscula/ no existe”? ¿Se refiere a todos aquellos poetas que cuestionaron y nunca creyeron en profetas y proveedores de geometrías políticas? ¿Se refiere a todos aquellos que siempre rechazaron a totalitarios y autoritarios de todo tipo: comunistas, fascistas, burócratas, misioneros, terroristas, revolucionarios y todos los demás déspotas, igualadores y sistematizadores o proveedores de ‘Felicidad organizada’? Si es así. Comprendo sus desilusión y desencanto ante el fracaso de las utopías políticas del siglo XX como formas de “comunión absoluta”; como formas de “salvación del individuo” en proyectos “utópicos y revolucionarios”; teniendo como horizonte una promisoria y “nueva sociedad”.
Así las cosas, la felicidad (con minúscula) será una consecuencia, así sea breve o instantánea, de los estados de plenitud (amor, alegría, etc.) Lo inverso, también es válido. Los estados de plenitud: amor alegría –formas de encuentro con los otros-, al igual que la soledad, son formas de felicidad. Al final del poema, no es extraño que el personaje del poema se pregunte: ¿y después de la soledad? y, a su vez, ponga esa pregunta en el lector del poema.
Será necesario acudir a otro poema del mismo autor para comprender lo que nos quiere decir el poeta: “Soledades de Babel”. Creo que el poema es mejor –al menos para mí- al de “Soledades”, que lo encuentro o percibo muy mediocre y con excesos de prosaísmo.
“Soledades de Babel” logra decirnos o mostrarnos la visión del poeta con más claridad sobre el tema de la soledad en las ciudades modernas de nuestro mundo contemporáneo. La parábola bíblica no podría ser mejor, para hacernos comprender su visión. Es más, con este poema se hace más comprensible su poema “Soledades”. No comparto su relativismo de solitarios, de solitarios que se saben solos, de individuos que son presos de su propia soledad; presos en su ‘torre de Babel’; presos en su lengua de solitarios. El poeta o el personaje del poema ¿es el mismo? No logra escapar a la dicotomía o contradicción entre comunión y soledad, que forma parte de otra serie de dualidades: individuo y sociedad, pasión y conocimiento, poesía e historia, canto y reflexión, amor y erotismo, etc. Cierto, el fenómeno de la soledad en las ciudades modernas es un hecho indiscutible. La ciudad se ha convertido, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en uno de los grandes temas de la poesía y ha sido tema de grandes poetas: Cernuda, García Lorca, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, Eugenio Montejo, T.S. Eliot, y un largo etc.
“Soledades de Babel” nos muestra una ciudad habitada por solitarios que se saben solos, que están presos en su propio laberinto de la soledad, pero… ¿Cuál es nuestro hilo de Ariadna?

Así/ diseminados pero juntos
Cercanos pero ajenos/solos codo con codo
Cada una en su burbuja/ insolidarios
Envejecen mezquinos como islotes

III

“Hay que saber estar solo para saber estar con los demás”
Octavio Paz



Antonio Machado, pero sobretodo, Octavio Paz ( con su poética de la ciudad); nos han proporcionado una respuesta diferente a uno de los problemas cruciales de la poesía contemporánea. Esto nos ha permitido pensar con más claridad el tema de la soledad en las ciudades moderna de nuestro siglo XX a la fecha. Si partimos del hecho de que soledad y comunión son formas vitales de estar en el mundo para el individuo. Con Machado, la soledad solo adquiere sentido con la otredad, con la búsqueda esencial de alteridad: con la búsqueda y encuentro con los otros. La soledad, como conciencia de soledad, presupone a los otros como conciencia de la separación y desligamiento del yo con respecto al tú, de un yo cercenado de un nosotros. No existe soledad pura; toda soledad presupone la alteridad u otredad.

“El conocimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia.”
“Laberinto de la Soledad” Octavio Paz
Octavio Paz, heredero de tradiciones poéticas diversas: como la barroca (Quevedo, Lope de Vega, Góngora); la romántica (Novalis, Baudelaire) y de la poesía modernista, así como del pensamiento de Machado, Paz escribe un poema: “Piedra de Sol”, que es uno de los grandes poemas del siglo XX que se hayan escrito en lengua española; comparable a otro gran poema “The Waste Land” de T.S. Eliot. En ese poema, aborda el tema de la soledad de tal forma que, no se puede escribir sobre el tema de la soledad y la ciudad, sin considerar el gran aporte de este poema. Poema en el que se alía canto y reflexión, poesía y conocimiento, poesía e historia de una manera excepcional.

“los otros todos que nosotros somos…
Los otros que no son si yo no existo,
Los otros que me dan plena existencia.”
(…)

Ten un rostro
Para mirar mi rostro y que te mire,
Para mirar la vida hasta la muerte.
“Piedra de Sol”
Octavio Paz


“El hombre soledad, el hombre comunión, el hombre amor, el hombre desesperanza, el hombre libertad, se expresan en la palabra y no es que la palabra se reduzca a una mera expresión de lo que el hombre piensa o siente, sino que es, por definición, la esencia misma que lo constituye. Hombre equivale a palabra, a lenguaje, a poema.”
“Poesía y conocimiento” Ramón Xirau

Bueno, hasta aquí termina lo que no dejar ser un pequeño acercamiento al tema de la soledad y a la poética de Octavio Paz. La poesía de Paz es muy vasta y sus horizontes rebasan mi capacidad. Pero, queden pues, éstas líneas como testimonio de mi admiración a este gran poeta.
Salud!!!!

lunes, 18 de agosto de 2008

Octavio Paz: "Mi vida con la ola" (Cuento)

OCTAVIO PAZ: IN MEMORIAN



En el dècimo aniversario de su fallecimiento: ( 19-Abril 1998)



En esta entrada, me permito compartirles el siguiente cuento de Octavio Paz, que aparece en: "Àguila o Sol" y forma parte de su libro que contiene su obra poètica que va de (1935-1957) : "Libertad bajo palabra". El cuento, gènero literario, en el cuàl tambièn incursionò, este escritor excepcional en nuestas letras mexicanas.







"MI VIDA CON LA OLA"



Cuando dejè aquel mar, una ola se adelanto entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando. No quise decirle nada, porque me daba pena avergonzarla ante sus compañeras. Además, las miradas coléricas de las mayores me paralizaron.Cuando llegamos al pueblo, le expliqué que no podía ser, que la vida en la ciudad no era lo que ella pensaba en su ingenuidad de ola que nunca ha salido del mar. Me mirò seria: "Su decisión estaba tomada. No podía volver." Intentè dulzura, dureza, ironía. Ella llorò, gritò, acaricio, amenazò. Tuve que pedirle perdón. Al día siguiente empezaron mis penas. ¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el conductor, los pasajeros, la policía? Es cierto que los reglamentos no dicen nada respecto al transporte de olas en los ferrocarriles, pero esa misma reserva era un indicio de la severidad con que se juzgaría nuestro acto.Tras de mucho cavilar me presente en la estación una hora antes de la salida, ocupé mi asiento y, cuando nadie me veía, vacié el depósito de agua para los pasajeros; luego, cuidadosamente, vertí en él a mi amiga.El primer incidente surgió cuando los niños de un matrimonio vecino declararon su ruidosa sed. Les salí al paso y les prometí refrescos y limonadas. Estaban a punto de aceptar cuando se acerco otra sedienta. Quise invitarla también, pero la mirada de su acompañante me detuvo. La señora tomo un vasito de papel, se acerco al depósito y abrió la llave. Apenas estaba a medio llenar el vaso cuando me interpuse de un salto entre ella y mi amiga. La señora me miro con asombro. Mientras pedía disculpas, uno de los niños volvió abrir el depósito. Lo cerré con violencia.La señora se llevo el vaso a los labios: -Ay el agua esta salada. El niño le hizo eco. Varios pasajeros se levantaron. El marido llamo al Conductor: -Este individuo echó sal al agua. El Conductor llamo al Inspector: -¿Conque usted echó substancias en el agua? El Inspector llamo al Policía en turno: -¿Conque usted echo veneno al agua? El Policía en turno llamo al Capitán: - ¿Conque usted es el envenenador? El Capitán llamo a tres agentes. Los agentes me llevaron a un vagón solitario, entre las miradas y los cuchicheos de los pasajeros. En la primera estación me bajaron y a empujones me arrastraron a la cárcel. Durante días no se me hablo, excepto durante los largos interrogatorios. Cuando contaba mi caso nadie me creía, ni siquiera el carcelero, que movía la cabeza, diciendo: "El asunto es grave, verdaderamente grave. ¿No había querido envenenar a unos niños?" Una tarde me llevaron ante el Procurador. -Su asunto es difícil -repitió-. Voy a consignarlo al Juez Penal. Así pasò un año. Al fin me juzgaron. Como no hubo víctimas, mi condena fue ligera. Al poco tiempo, llego el día de la libertad. El Jefe de la Prisión me llamo: -Bueno, ya está libre. Tuvo suerte. Gracias a que no hubo desgracias. Pero que no se vuelva a repetir, porque la próxima le costara caro... Y me miro con la misma mirada seria con que todos me veían.Esa misma tarde tome el tren y luego de unas horas de viaje incómodo llegue a México. Tome un taxi y me dirigí a casa. Al llegar a la puerta de mi departamento oí risas y cantos. Sentí un dolor en el pecho, como el golpe de la ola de la sorpresa cuando la sorpresa nos golpea en pleno pecho: mi amiga estaba allí, cantando y riendo como siempre. -¿Cómo regresaste? -Muy fácil: en el tren. Alguien, después de cerciorarse de que sólo era agua salada, me arrojo en la locomotora. Fue un viaje agitado: de pronto era un penacho blanco de vapor, de pronto caía en lluvia fina sobre la máquina. Adelgace mucho. Perdí muchas gotas. Su presencia cambio mi vida. La casa de pasillos obscuros y muebles empolvados se lleno de aire, de sol, de rumores y reflejos verdes y azules, pueblo numeroso y feliz de reverberaciones y ecos.¡Cuántas olas es una ola o como puede hacer playa o roca o rompeolas un muro, un pecho, una frente que corona de espumas! Hasta los rincones abandonados, los abyectos rincones del polvo y los detritus fueron tocados por sus manos ligeras. Todo se puso a sonreír y por todas partes brillaban dientes blancos. El sol entraba con gusto en las viejas habitaciones y se quedaba en casa por horas, cuando ya hacía tiempo que había abandonado las otras casas, el barrio, la ciudad, el país. Y varias noches, ya tarde, las escandalizadas estrellas lo vieron salir de mi casa, a escondidas. El amor era un juego, una creación perpetua. Todo era playa, arena, lecho de sábanas siempre frescas. Si la abrazaba, ella se erguía, increíblemente esbelta, como tallo liquido de un chopo; y de pronto esa delgadez florecía en un chorro de plumas blancas, en un penacho de risas de caían sobre mi cabeza y mi espalda y me cubrían de blancuras. O se extendía frente a mí, infinita como el horizonte, hasta que yo también me hacia horizonte y silencio. Plena y sinuosa, me envolvía como una música o unos labios inmensos. Su presencia era un ir y venir de caricias, de rumores, de besos. Entraba en sus aguas, me ahogaba a medias y en un cerrar de ojos me encontraba arriba, en lo alto del vértigo, misteriosamente suspendido, para caer después como una piedra, y sentirme suavemente depositado en lo seco, como una pluma. Nada es comparable a dormir mecido en las aguas, si no es despertar golpeado por mil alegres látigos ligeros, por arremetidas que se retiran riendo.Pero jamás llegue al centro de su ser. Nunca toque el nudo del ay y de la muerte. Quizá en las olas no existe ese sitio secreto que hace vulnerable y mortal a la mujer, ese pequeño botón eléctrico donde todo se enlaza, se crispa y se yergue, para luego desfallecer. Su sensibilidad, como las mujeres, se propagaba en ondas, solo que no eran ondas concéntricas, sino excéntricas, que se extendían cada vez más lejos, hasta tocar otros astros. Amarla era prolongarse en contactos remotos, vibrar con estrellas lejanas que no sospechamos. Pero su centro... no, no tenía centro, sino un vacìo parecido al de los torbellinos, que me chupaba y me asfixiaba.Tendido el uno al lado de otro, cambiábamos confidencias, cuchicheos, risas. Hecha un ovillo, caía sobre mi pecho y allí se desplegaba como una vegetación de rumores. Cantaba a mi oído, caracola. Se hacía humilde y transparente, echada a mis pies como un animalito, agua mansa. Era tan límpida que podía leer todos sus pensamientos. Ciertas noches su piel se cubría de fosforescencias y abrazarla era abrazar un pedazo de noche tatuada de fuego. Pero se hacia también negra y amarga. A horas inesperadas mugía, suspiraba, se retorcía. Sus gemidos despertaban a los vecinos. Al oírla el viento del mar se ponía a rascar la puerta de la casa o deliraba en voz alta por alas azoteas. Los días nublados la irritaban; rompía muebles, decía malas palabras, me cubría de insultos y de una espuma gris y verdosa. Escupía, lloraba, juraba, profetizaba. Sujeta a la luna, las estrellas, al influjo de la luz de otros mundos, cambiaba de humor y de semblante de una manera que a mí me parecía fantástica, pero que era tal como la marea.Empezó a quejarse de soledad. Llene la casa de caracolas y conchas, pequeños barcos veleros, que en sus días de furia hacia naufragar (junto con los otros, cargados de imágenes, que todas las noches salían de mi frente y se hundía en sus feroces o graciosos torbellinos). ¡Cuantos pequeños tesoros se perdieron en ese tiempo! Pero no le bastaban mis barcos ni el canto silencioso de las caracolas. Confieso que no sin celos los veía nadar en mi amiga, acariciar sus pechos, dormir entre sus piernas, adornar su cabellera con leves relámpagos de colores. Entre todos aquellos peces había unos particularmente repulsivos y feroces, unos pequeños tigres de acuario, grandes ojos fijos y bocas hendidas y carniceras. No sé por què aberración mi amiga se complacía en jugar con ellos, mostrándoles sin rubor una preferencia cuyo significado prefiero ignorar. Pasaba largas horas encerrada con aquellas horribles criaturas.Un día no pude más; eche abajo la puerta y me arroje sobre ellos. Àgiles y fantasmales, se me escapaban entre las manos mientras ella reía y me golpeaba hasta derribarme. Sentí que me ahogaba. Y cuando estaba a punto de morir, morado ya, me deposito en la orilla y empezó a besarme, y humillado. Y al mismo tiempo la voluptuosidad me hizo cerrar los ojos. Porque su voz era dulce y me hablaba de la muerte deliciosa de los ahogados.Cuando volví en mi, empecé a temerla y a odiarla. Tenía descuidados mis asuntos. Empecé a frecuentar los amigos y reanude viejas y queridas relaciones. Encontré a una amiga de juventud. Haciéndole jurar que me guardaría el secreto, le conté mi vida con la ola. Nada conmueve tanto a las mujeres como la posibilidad de salvar a un hombre.Mi redentora empleo todas sus artes, pero, ¿qué podía una mujer, dueña de un número limitado de almas y cuerpos, frente a mi amiga, siempre cambiante - y siempre idéntica a sí misma en su metamorfosis incesantes? Vino el invierno. El cielo se volvió gris. La niebla cayó sobre la ciudad. Llovía una llovizna helada. Mi amiga gritaba todas las noches. Durante el día se aislaba, quieta y siniestra, mascullando una sola silaba, como una vieja que rezonga en un rincón. Se puso fría; dormir con ella era tirar toda la noche y sentir como se helaba paulatinamente la sangre, los huesos, los pensamientos. Se volvió impenetrable, revuelta. Yo salía con frecuencia y mis ausencias eran cada vez más prolongadas. Ella, en su rincón, aullaba largamente. Con dientes acerados y lengua corrosiva roía los muros, desmoronaba las paredes. Pasaba las noches en vela, haciéndome reproches. Tenía pesadillas, deliraba con el sol, con un gran trozo de hielo, navegando bajo cielos negros en noches largas como meses. Me injuriaba. Maldecía y reía; llenaba la casa de carcajadas y fantasmas. Llamaba a los monstruos de las profundidades, ciegos, rápidos y obtusos. Cargada de electricidad, carbonizaba lo que rozaba. Sus dulces brazos se volvieron cuerdas ásperas que me estrangulaban. Y su cuerpo verdoso y elástico, era un látigo implacable, que golpeaba, golpeaba, golpeaba. Huí. Los horribles peces reían con risa feroz. Allá en las montañas, entre los altos pinos y los despeñaderos, respire el aire frìo y fino como un pensamiento de libertad. Al cabo de un mes regresé. Estaba decidido. Había hecho tanto frío que encontré sobre el mármol de la chimenea, junto al fuego extinto, una estatua de hielo. No me conmovió su aborrecida belleza. Le eché en un gran saco de lona y salí a la calle, con la dormida a cuestas. En un restaurante de las afueras la vendí a un cantinero amigo, que inmediatamente empezó a picarla en pequeños trozos, que depositó cuidadosamente en las cubetas donde se enfrían las botellas.

domingo, 10 de agosto de 2008

MITOS REVISITADOS V: Josè De la Colina

TESEO (El mito del laberinto y el Minotauro)


Días y noches y años dando vueltas con la espada oxidándosele en la mano buscó al monstruo en el Laberinto y murió de hambre y fatiga sin saber que allí no había más monstruo que el mismo Laberinto.

martes, 1 de julio de 2008

EUGENIO MONTEJO (IN MEMORIAM)





EUGENIO MONTEJO (IN MEMORIAM) 1938-2008



A continuaciòn, me permito escribir unas lìneas in memoriam de Eugenio Montejo, por su lamentable muerte.



He leìdo poco de Montejo, lo descubrì no hace mucho. Aùn asì, arriesgo este comentario. Ojalà, propicie un acercamiento a la obra poètica de este, creo, gran poeta. La poesìa de Montejo nace de la contradicciòn entre una època plena de cosas y vacìa de sentido, de una sociedad en la que, como dice Machado: "todo necio confunde valor y precio", de una sociedad en la que ha perdido el sentido y el valor que adquiere para el hombre: el tiempo, el aire, el agua...etc., y que, en otras sociedades, fueron sagradas y gratuitas; la poesìa de Montejo es un intento de revalorar "la funciòn salvadora de la memoria, la capacidad de comunicarse con lo remoto y de ponerlo en relaciòn con el instante." (A. Del toro).



Montejo a travès de sus poemas, supo mostrarnos el caràcter inefable,misterioso y sagrado de la poesìa. Nos dice Montejo: "Vuelve a tus dioses profundos,/ estàn inctactos,/estàn al fondo con sus llamas esperando;/ningùn soplo del viento los apaga./Los silenciosos dioses pràcticos/ocultos en la porosidad de las cosas" (Terredad) Estos versos me recuerdan algo que decìa Heidegger:



"...llegamos demasiado tarde para los dioses y demasiado pronto para el Ser. El hombre es el poema que el Ser ha empezado." y en otro texto, nos dice:"...la poesìa no es un adorno que acompaña la existencia humana, ni solo una pasajera exaltaciòn ni un acaloramiento y diversiòn. La poesìa es el fundamento que soporta la historia y por ello no es tampoco una manifestaciòn de la cultura, y menos aùn la mera 'expresiòn' del 'alma de la cultura'. Heidegger (Hölderlin y la esencia de la poesìa)



En fin...creo que los siguientes versos podrìan servir como epitafio de este, el tiempo lo dirà, gran poeta:



"Serè un cadàver como ahora lo soy,/cavilador, absorto en lo sagrado,/pero liviano y fàcil de llevar:/en una carroza, en un blanco navìo,/con lamento de corno o de fagot,/al monòtono croar de los sapos..." (Muerte y memoria) E.Montejo



¡¡Salud!!

martes, 17 de junio de 2008

MITOS REVISITADOS IV: Josè De la Colina




LAS SIRENAS


Una versiòn distinta de la Odisea cuenta que la tripulaciòn se perdiò porque Ulises habìa ordenado a sus compañeros que se taparan los oìdos para no oìr el pèrfido si bien dulce canto de las Sirenas, pero olvidò indicarles que cerraran los ojos.

Y como ademàs las sirenas de formas generosas sabìan danzar...

lunes, 9 de junio de 2008

"MITOS REVISITADOS III" Josè De la Colina







La bella durmiente

El príncipe despertador besó a la bella durmiente, que despertó mientras él se dormía, y ella entonces lo besó a él, que despertó mientras ella volvía a dormir,
y entonces él...

viernes, 6 de junio de 2008

"MITOS REVISITADOS II" por Josè De la Colina



ORFEO BUSCA A EURÍDICE
Habiendo perdido a Eurídice, Orfeo la lloró largo tiempo, y su llanto fue volviéndose canciones que encantaban a todos los ciudadanos, quienes le daban monedas y le pedían encores. Luego fue a buscar a Eurídice al infierno, y allí cantó sus endechas ante Plutón.
Plutón escuchó con placer y le dijo:
—Te devuelvo a tu esposa, pero sólo podrán los dos salir de aquí si en el camino ella te sigue y nunca te vuelves a verla, porque la perderías para siempre.
Y echaron los dos esposos a andar, él mirando hacia delante y ella siguiendo sus pasos...
Mientras andaban y a punto de llegar a la salida, recordó Orfeo aquello de que los Dioses infligen desgracias a los hombres para que tengan asuntos que cantar, y sintió nostalgia de los aplausos y los honores y las riquezas que le habían logrado las elegías motivadas por la ausencia de su esposa.
Y entonces con el corazón dolido y una sonrisa de disculpa volvió el rostro y miró a Eurídice.

miércoles, 4 de junio de 2008

"MITOS REVISITADOS I " Josè De la Colina






LA LIEBRE Y LA TORTUGA
Jadeante hasta la agonía y poco antes de desplomarse al suelo, la Liebre le preguntó a la Tortuga:
— ¿Cómo es posible? ¿Tú? ¿Tú ganarme la carrera?
Y la Tortuga, mirándose las uñas, susurró:
— Lo siento, pero olvidé decirte que mi otro nombre es Muerte.


viernes, 30 de mayo de 2008

"ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO"

Somos un recuerdo que ha sido olvidado
Salvador Elizondo (Farabeuf)
Para mi hija Victoria en su cumpleaños.
También para la pequeña Justine


                                                              (Cuento)
                                       "ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO: SUEÑOS"





No deja de recurrir en mis sueños esta imagen: me veo en un campo muy extenso con pastizales muy crecidos, que casi me rebasan arriba de la cintura. Está ya atardeciendo pero el sol todavía se siente con alguna intensidad crepuscular, a lo lejos, veo a mi padre que algo esta buscando y, creo que yo también le estoy ayudando en esa búsqueda. ¿Que es lo que busca? Le pregunto a mi madre acerca de este sueño y me dice: Si, efectivamente, sucedió hace muchos años cuando yo tenía 3 o 4 años. Y que, lo que estábamos buscando era una paloma que se nos había escapado de la casa. Mi casa la recuerdo muy humilde con techos de lámina y muy pequeña. No logro recordar más. Y así, de esta manera logro recordar o evocar imágenes de mi infancia. No logro discernir si son fruto de mis sueños o efectivamente sucesos que me han pasado. ¿Importa? No veo otra forma de recuperar algunas etapas de mi infancia. En especial aquellas en la que tenía 3 o 4 años. Logro recordar con más claridad aquellas en las que tenía 6 años en adelante. Hay una escena que viene a mi mente con claridad. Mi madre fue a recogerme a la escuela primaria -estaba en 1er. año- ya veníamos de regreso y próximos a llegar a la casa. Teníamos que cruzar una gran avenida. Yo venia tomado de la mano de mi madre y ella traía en brazos a mi hermana Silvia. Mi hermano Emilio también venía con nosotros -era más pequeño que yo- tenía 4 años y estábamos a punto de cruzar la avenida. Emilio cruza la avenida sin que mi madre se diera cuenta, pero al intentar regresar y cruzar otra vez, mi hermano es atropellado por un camión. De pronto veo mucha gente alrededor de mi hermano, mi madre llorando. Pasan las horas y la ambulancia no llega. Creo que mi hermano ya había fallecido. Alguien me lleva a casa de unos vecinos y ahí duermo la noche. Amanece y despierto. De pronto, ya en mi casa, veo a mi hermano en un ataúd pequeño y blanco. Me subo en una silla para verlo mejor. Lo veo con su cara pálida y, no logro recordar, si tiene unos algodones en su nariz o es algo que está secretando de color blancuzco. No experimento nada ni siento nada. Solo asombro. Es mi primera percepción de la muerte. Creo que, de niños es difícil tener una idea clara de lo que significa la muerte. Por lo pronto, es ausencia, es un no estar ya más en este mundo. Me acostumbro a la ausencia de mi hermano. Siendo ya un joven, lloro su ausencia al calor de unas copas. Serían estas las primeras ocasiones en que me embriagaba. Tendría 15 o 16 años.

Agosto de 2006.

lunes, 3 de marzo de 2008

BALTASAR GRACIÀN: "ORÀCULO MANUAL O EL ARTE DE LA PRUDENCIA"



(Breviario)


BALTASAR GRACIÀN. (1601-1658)
(Título original del libro: “Oráculo manual o El arte de la Prudencia”)
Este libro fue publicado en el año de l647, texto en el cual aborda temas que hoy en día siguen siendo importantes: la amistad, la reflexión en el trato con los otros, la rectitud en nuestro trato con los demás, la cortesía, y una serie de actitudes morales para con la vida y los otros. Gracián junto con Quevedo (1580-1645), podrían ser considerados como los escritores más importantes del Barroco español. Estos breves textos están inscritos en la más profunda tradición humanista de autores moralistas como Cicerón (106-43 a.c.), Séneca (4-65 d.c.), Erasmo de Rotterdam (1466-1536) y Montaigne (1533-1592). Esta pequeña selección de textos refrenda aquello que se dice de la filosofía: Las grandes interrogaciones filosóficas en torno a la condición del hombre: la muerte, el tiempo, la amistad, los vicios o virtudes, etc., y con ello las diferentes respuestas que nos han proporcionado estos autores en las diferentes épocas; son respuestas que, como dice Savater, “nos permiten convivir racionalmente con estas interrogantes aunque sigamos replanteándonoslas una y otra vez”. Sirva esta pequeña selección, como una manera de abrevar en la fuente de algunos autores de otras épocas. Hoy en día, ya unos clásicos.


· Manejar los asuntos con expectación. El misterio en todo, por su mismo secreto, provoca veneración. Tampoco en el trato se deben dejar ver los pensamientos íntimos a todos. El silencio es refugio de la cordura.
· Hacerse indispensable. No hace sagrada la imagen el que la pinta y adorna, sino el que la adora. Mas se saca de la dependencia que de la cortesía; el satisfecho vuelve inmediatamente las espaldas a la fuente, y la naranja exprimida cae del oro al lodo: acabada la dependencia acaba la correspondencia, y con ella la estima.
· Estar en el culmen de la perfección. No se nace hecho. Cada día uno se va perfeccionando en lo personal y en lo laboral. Esto se conoce en lo elevado del gusto, en la pureza de la inteligencia, en lo maduro del juicio, en la limpieza de la voluntad.
· Tratar con quien se pueda aprender. El trato amigable debe ser una escuela de erudición, y la conversación una enseñanza culta. Hay que hacer de los amigos, maestros, y compenetrar lo útil del aprendizaje con lo gustoso de la conversación.
· El fondo y la forma. Lo más estimado en la vida es un comportamiento cortés. Hablar y portarse de buen modo resuelve cualquier situación difícil.
· Ser hombre de su época. Los hombres de rara eminencia dependen de la época en que viven. No todos tuvieron la que merecían y muchos que la tuvieron no acertaron a disfrutarla. Algunos fueron dignos de mejor época, pues no todo lo bueno triunfa siempre. Las cosas tienen su tiempo, incluso las eminencias dependen del gusto de época. Pero la sabiduría lleva ventaja: es eterna, y si éste no es su tiempo lo serán otros muchos.
· Saber apartarse. Es una gran lección de la vida el saber negar, pero lo es mayor el negarse uno mismo, tanto en los negocios como en el trato personal. Para ser prudente no basta no ser entrometido: hay que procurar que no te entrometan. Incluso de los amigos no se debe abusar, ni querer más de ellos de lo que den. La demasía es vicio, y mucho más en el trato
· Cuanto mayor fondo tiene el hombre tanto tiene de persona. Como los brillos interiores y profundos del diamante, lo interior del hombre siempre debe valer el doble que lo exterior. Hay sujetos que solo son fachada, como casas sin acabar porque faltó caudal: tienen la entrada de palacio y de choza las habitaciones. No hay en éstos dónde descansar, o todo descansa, porque tras el saludo se acabó la conversación.
· Nunca perder el respeto a sí mismo. Que deje de hacer lo indecente más por el temor de su propia cordura que por el rigor de la autoridad ajena.
· Saber elegir. Vivir e saber elegir. Se necesita buen gusto y un juicio rectísimo, pues no son suficientes el estudio y la inteligencia. No hay perfección donde no hay elección. Ella tiene dos ventajas: poder escoger y elegir lo mejor.
· Saber negar. No se debe conceder todo, ni a todos. Tanto importa saber negar como saber conceder y en los que mandan es una prudencia necesaria. Y aquí interviene la forma: más se estima el no de algunos que el sí de otros, porque un no dorado satisface más que un sí a secas. No se deben negar de golpe las cosas, pues es mejor una decepción a sorbos.
· Cultura y refinamiento. El hombre nace bárbaro; debe cultivarse para vencer a la bestia. La cultura nos hace personas, y más cuanto mayor es la cultura. Nada cultiva más que el saber.
· No cansar. Suele ser pesado el hombre de un solo asunto y el que habla de un solo tema. La brevedad agrada y es útil: gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos veces bueno; incluso lo malo, sí poco, no tan malo.
· Atajo para ser una verdadera persona: saberse relacionar. Es muy eficaz el trato se comunican las costumbres y los gustos, se contagia el carácter e incluso, sin sentir, la inteligencia. Debe procurar el impetuoso juntarse con el reflexivo, y así en los demás caracteres. Con esto conseguirá la moderación sin violentarse. Es conveniente usar esta práctica advertencia al elegir amigos y servidores.
· Ganar fama de cortés. La cortesía es la parte principal de la educación, es un tipo de hechizo. Gana la aceptación de todos, del mismo modo que la descortesía atrae el desprecio y el enfado general. La cortesía siempre debe ser más que menos, pero no igual con todos pues degeneraría en injusticia. Cuesta poco y vale mucho. El que honra es honrado. La galantería y la honra tienen esta ventaja: las dos se quedan, galantería en quien la usa y la honra en quien la hace.
· No ser un registro de faltas ajenas. Ocuparse de las faltas ajenas es señal de tener maltrecha la fama propia. Algunos querrían disimular, si no lavar, las manchas propias con las de los otros; o se consuelan, que es el consuelo de los necios.
· Poseer el arte de conversar. Pertenece a las auténticas personas. En ninguna actividad humana se necesita más la prudencia, pues es la más común de la vida. Algunos creen que el arte de conversar es no tener arte y que la conversación debe ser holgada como la ropa. Así debe entenderse entre los muy amigos. Cuando tiene lugar entre personas de respeto debe ser más sustancial e indicar la mucha importancia de la persona. Para acertar en esto hay que ajustarse al carácter e inteligencia de los que intervienen. Al hablar importa más la discreción que la elocuencia.
· Ni creer ni querer fácilmente. El buen juicio se conoce por la lentitud al creer. Como mentir es ordinario, es mejor que creer sea algo extraordinario. El que se movió con ligereza después se avergüenza. Pero no se debe manifestar duda de las palabras del otro, pues más que descortesía es insulto al llamar con ello al interlocutor o engañado o engañador. Pero éste no es el mayor inconveniente puesto que no creer es indicio de mentir, porque el mentiroso tiene dos males: ni cree ni es creído. El oyente prudente no juzga de inmediato. Un autor dice que también es un tipo de imprudencia querer con facilidad. ( “Sobre la amistad”, Cicerón)
· Elegir a los amigos. Serán amigos los examinados por la discreción, los probados por la fortuna, y los aprobados en voluntad y entendimiento. Aunque es el acierto más importante de la vida, es el que menos se cuida: algunos son entrometidos y la mayoría casuales. Cada uno es definido por los amigos que tiene, pues nunca el sabio congenió con los ignorantes. Que uno guste no es prueba de intimidad, pues puede proceder más del buen rato de diversión que de la seguridad en sus capacidades. Hay amistades legítimas y otras adulterinas; éstas sirven para disfrutar y aquellas para tener muchos aciertos. Hay pocos amigos de la persona y muchos de la suerte. Es más útil el buen entendimiento de un amigo que muchas buenas voluntades de otros. Por eso es mejor que haya elección y no suerte.
· No engañarse sobre la condición de las personas, que es el peor y más fácil engaño. Más vale ser engañado en el precio que en la mercancía. No hay cosa que más necesite una mirada en el interior. Hay diferencia entre entender las cosas y conocer a las personas. Es elevada filosofía entender los caracteres y distinguir los humores de los hombres. Tan necesario como haber estudiado los libros es conocer la condición de las personas.
· Saber valerse de los amigos. Se necesita sensatez, tacto e ingenio. Unos son buenos para estar lejos y otros cerca, el que no fue bueno para la conversación lo es para la correspondencia. La distancia puede hacer aceptables algunos defectos que, en presencia, eran intolerables. No solo hay que procurar obtener placer de los amigos, sino utilidad. Pocos sirven para buenos amigos y el no saberlos elegir reduce aún más el número. Saberlos conservar es más importante que hacer amigos. No hay desierto como vivir sin amigos. La amistad multiplica los bienes y reparte los males. Ella es el único remedio contra la suerte adversa y es un desahogo del alma.
· Hablar con prudencia. Siempre hay tiempo para soltar las palabras, pero no para retirarlas. Hay que hablar como en los testamentos: cuantas menos palabras, menos pleitos.
· Evitar familiaridades en el trato. No se deben usar ni permitir. El que se allana pierde la dignidad que le daba su gravedad, y la estima tras ella. Los astros, al no rozarse con nosotros, se conservan en su esplendor. La excelencia pide decoro. Toda familiaridad facilita el desprecio. Cuanto más se tienen las cosas humanas, se tienen en menos, porque con el trato se descubren las imperfecciones que, recatadas, estaban encubiertas. No es conveniente allanarse con nadie: con los superiores por el peligro, con los inferiores por la indecencia. La facilidad excesiva es un tipo de vulgaridad.
· No dejarse llevar de la primera impresión. Algunos se casan con la primera información: las demás son concubinas. La mentira siempre se adelanta, con lo que la verdad no tiene sitio después. Ni la voluntad ni la inteligencia se deben llenar con la primera impresión: indica poco fondo. La capacidad de algunos es como una vasija nueva: se impregna del primer olor, tanto del licor malo como del bueno. Es pernicioso que los demás conozcan esta limitación pues da pie a estratagemas maliciosas: los malintencionados se anticipan y se tiñen del color de la credulidad. Dejarse impresionar demuestra incapacidad y está cerca de la pasión.

· Hasta aquí termina lo que podríamos llamar, una pequeña selección de los 300 breves textos que contiene la obra de Gracián, “Oráculo manual ó El arte de la Prudencia”. Es importante considerar, que a pesar de la brevedad, no dejan de ser sugerentes para una interpretación más profunda, a pesar de su carácter no sistemático y repetitivo. Pero como decía al principio, es necesario contextuar la obra de Gracián, dentro de la tradición de escritores moralistas, como Cicerón, Séneca, Montaigne, Erasmo de Rotterdam, etc. Mismos que abordan temas cruciales para la vida del hombre contemporáneo moderno; cuyas respuestas siguen siendo vigentes y que, por el mismo motivo, los consideramos clásicos. Valga lo anterior, como una pequeña conversación con autores de otras épocas.

Elogio de la lectura

Retirado en la paz de estos desiertos
Con pocos, pero doctos, libros juntos
Vivo en conversación con los difuntos
Y escucho con los ojos abiertos a los muertos.
Quevedo




viernes, 29 de febrero de 2008

BORGES: "ARTE POÈTICA"




A continuaciòn, les comparto un hermoso poema de Jorge Luis Borges, en èl no encontraremos ese lenguaje con que abordaba sus incertidumbres metafìsicas o disquisiciones laberìnticas. Màs bien, nos encontramos con certidumbres plenas, en torno a diversos temas: la vida y la muerte, la vigilia y el sueño, lo perenne y lo inmortal; en èl nos ofrece un espejo (la poesía y el arte en general) como forma de reconocernos, como revelación de nosotros mismos y de nuestra vida; en el que nos miramos para conocer y reconocer nuestra condiciòn humana. Temas que han sido propios de la gran poesìa y la literatura en general. El poema, en verdad, exige una lectura atenta; motivo por el cual, me permito sustraerlo, de uno de mis comentarios anteriores sobre Borges: "Borges: entre la metafisica, el mito y lo fantàstico"










“ARTE POÈTICA”, (El hacedor)
Borges



Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos en el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño

Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo.

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora en el ocaso

A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Ítaca
Verde y humilde. El arte es esa Ítaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.

martes, 26 de febrero de 2008

BORGES. Entre la metafìsica, el mito y lo fantàstico











A continuaciòn, mi comentario a la obra de Borges y mi rèplica a la lectura "La casa de Asteriòn" de otro Blog, su link: http://www.franciscomendez.blogspot.com/.




Ulises: Borges siempre será un escritor imprescindible en toda conversación que tenga por objeto a nuestra literatura hispanoamericana; y la conversación que animas con tus aportaciones, curiosidad e inteligencia , en ésta tu casa “virtual”, me estimula para compartir mi opinión acerca de la obra literaria de Borges y, en particular, de tu lectura del cuento: “ La casa de Asteriòn”. Sé que no poseo las cualidades de un crítico literario, ni mucho menos; pero lo hago en calidad de lector al cual le apasiona, como a muchos, la literatura como una forma de creación y recreación de la lengua española.



La obra de Borges, con sus ensayos, cuentos y poemas ; es en sí misma, todo un universo literario en el cual llegamos a percibir vasos comunicantes entre ellos, en la que con una prosa brillante e inquisitiva en torno a determinados temas que le son propios y reiterativos, distinguen al universo literario borgesiano: El tiempo y su continua sucesión, la inmortalidad, la disolución del yo, el universo como algo infinito, la historia que deja de ser progresiva para convertirse en circular (¿mito del eterno retorno?), sus disquisiciones teológicas o teleológicas. A veces, cuando leo un ensayo de Borges sobre “Pascal” o “La esfera de Pascal”, “Refutación del tiempo”, no puedo dejar de sentir la sensación que va de realidad a irrealidad o ficción; de la misma manera -a la inversa- al leer un cuento como el “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “Pierre Menard, autor del Quijote” o “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, experimentar la ficciòn como realidad. ¿Es ilusoria la división? Ficción como realidad o realidad como ficción. Creo, esta es una de las cualidades -entre otras- de las creaciones maravillosas y fantásticas en la obra Borgesiana. Elaboradas con ese lenguaje laberìntico-metafìsico o lògico-fantàstico.



A veces, experimento cierto agobio al seguir a Borges en sus perplejidades metafìsicas o teológicas, pero el resultado al final, es gratificante. Cierro este primer comentario con las palabras de Octavio Paz en torno a Borges:



A través de variaciones prodigiosas y de repeticiones obsesiv as, Borges exploró sin cesar este tema único: el hombre perdido en el laberinto de un tiempo hecho de cambios que son repeticiones, el hombre que se desvanece al contemplarse ante el espejo de la eternidad sin facciones, el hombre que ha encontrado la inmortalidad y que ha vencido la muerte pero no al tiempo ni a la vejez.” O. Paz “Convergencias” Ed. Ariel 1991





Ahora bien, pasando a tu lectura comentada del cuento: “La casa de Asteriòn”, te comparto mi lectura que, en cierta forma, difiere de la tuya. Trataré de ser breve y, espero, no parecer tedioso. Si pudiera reducir a unas cuantas palabras mi lectura del cuento de Borges, lo llamaría: “Asteriòn y su laberinto de la soledad” ¿Por qué? Creo, Borges acude a un recurso literario que consiste en servirse del mito “Teseo y el Minotauro”, para la creación y recreación de una obra literaria y, ¿Por qué no?, otro mito literario. La literatura se ha alimentado a lo largo de su existencia de la recreación literaria de otros mitos. Dice Borges: “La historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas.” Igual se podría decir: “La literatura es la diversa recreación de algunos mitos” Hablando de ficciones literarias, es válido. Bien, efectivamente, hay una referencia literaria al mito, de Apolodoro; pero al incorporarla al cuento (así sea verosímil o inverosímil), como suele hacerlo Borges en sus narraciones, ésta forma parte ya, de lo fantástico. Ulysses, tengo la impresión, que tu lectura intenta ceñirse o ajustarse al mito clàsico, de ahí las dificultades o contradicciones en tu lectura. No hay nada que justifique a Teseo como un “redentor cristiano”, tú mismo lo dices, no es nada convincente. Borges era escéptico en cuestión de religión. Tampoco creo que la narración se desarrolle como acertijos, más bien creo que los recursos de Borges son la parábola, hipérbole o la paradoja. ¿Quién es Asteriòn? Es un ser omnisciente y creador (¿Un Dios?), que habita su casa-universo-laberinto cuyas puertas son infinitas (no tienen cerraduras) y no es un prisionero como Minotauro. Asteriòn es un soberbio, misántropo y tal vez, loco. Asteriòn, nos dice, que estas acusaciones son irrisorias, pero no que sean falsas; “que está capacitado para lo grande”. “Su casa es el mundo y todas las cosas se repiten infinitamente: aljibe, patios, abrevadero, pesebre, también los mares y templos son infinitos. Todo se repite infinitamente, solo dos cosas están una sola vez: el sol y Asteriòn." El Asteriòn del mito: Minotauro. Asteriòn es un ser creador omnisciente: “Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.”La narración es el soliloquio de un ser omnisciente y creador en la quietud y soledad de su casa-universo-laberinto con puertas, y algunas cosas que se repiten infinitamente. Es un soliloquio en el que, a veces, dialoga y juega con el otro Asteriòn: el Minotauro. Asteriòn es un ser que vive con terror su soledad y la infinitud de su casa-laberinto.



El terror cíclico del sacrificio de nueve hombres cada nueve años (a diferencia del Minotauro,que le sacrifican 7 mancebos y 7 doncellas anualmente.) ¿Mito del eterno retorno?. Asteriòn, a la espera de la llegada de su “redentor” que lo salvará (no en el sentido cristiano) de su eterna soledad y de su infinito universo. En esta narración, se da una de las obsesiones recurrentes de Borges: Su terror a los universos infinitos, de la misma manera que el terror que experimentaba Pascal. Nos lo dice Borges en su ensayo sobre “La esfera de Pascal”: “Una esfera espantosa, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.” Otra frase que se le atribuye a Platón: “…esa esfera intelectual, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, que llamamos Dios…”




Octavio Paz decía que, cuando empezó a publicar Borges sus primeros cuentos y ensayos en la década de los 40s del siglo pasado; su nombre era una contraseña para algunos iniciados y su obra el culto secreto de unos cuantos adeptos. Han pasado más de sesenta años y me pregunto ¿Sigue siendo Borges un autor para minorías? La obra de Borges exige mucho al lector y seguirlo en sus perplejidades y construcciones laberintico-metafísicas o lógico-fantásticas, no deja de ser algo agobiante. Pero al final, es sumamente gratificante darse cuenta de la perfección de sus objetos verbales y también de su prosa brillante y maravillosa para abordar los temas que son propios del universo borgesiano. Si algo distingue a Borges y su obra: es su carácter excéntrico y universal, que trasciende los nacionalismos de la literatura y asimila (para beneficio de nuestra literatura hispanoamericana), las diversas corrientes literarias: las del Extremo Oriente, las de la India, las árabes y las persas y, por supuesto, también la Occidental.



Borges el inquisitivo interrogó al mundo; su duda fue creadora y suscitó la aparición de otros mundos y realidades (…) La literatura tiene sólo dos temas: uno, el hombre con los hombres, sus semejantes y sus adversarios; otro, el hombre solo frente al universo y frente a sí mismo. El primer tema es el del poeta épico, el dramaturgo y el novelista; el segundo, el del poeta lírico y metafísico.” Octavio Paz “Convergencias” Ed. Ariel 1991.




En los diálogos entre Borges y Ernesto Sábato (grabados por Orlando Barone) dice Borges: “La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica”. Y cuando Sábato le pregunta: “Pero dígame, Borges, si no cree en Dios ¿por qué escribe tantas historias teológicas?”. Responde Borges: “Es que creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género”.
Pasando a otra cosa, que es lo que quería compartirles: es un poema de Borges que nos revela a otro Borges, sin las incertidumbres metafísicas y sus disquisiciones teológicas. Un Borges màs terrestre–por decirlo de algún modo- , con más certidumbres en torno a los temas que fueron objeto en su obra literaria, en la que no nos ofrece espejos laberínticos o metafísicos para intentar reconocerse en ellos. Si no, que nos ofrece un espejo (la poesía y el arte en general) como forma de reconocernos, como revelación de nosotros mismos y de nuestra vida. Certidumbres en torno a la vida y la muerte, la vigilia y el sueño, lo perenne y lo inmortal. Me gustaría comentar el poema, hermoso en verdad, pero se los dejo para que disfruten su lectura. Saludos





(“ARTE POÈTICA”, El hacedor)
Borges
Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos en el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño

Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo.

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora en el ocaso

A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Ítaca
Verde y humilde. El arte es esa Ítaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable
.

lunes, 25 de febrero de 2008

"LA CASA DE ASTERIÒN" (Comentario sobre la obra de Borges)

A continuaciòn reproduzco el cuento: "La casa de Asteriòn" de uno de los escritores màs importantes de nuestra literatura hispanoamericana en el siglo XX. Posteriormente, me permito realizar algunos comentarios en torno a la obra de Borges y, en especial, un comentario-rèplica (lo encontraràn en la siguiente entrada) a la lectura del cuento en la aportaciòn de otro blog: Jaquemate, proporciono su liga por si desean leer y comparar su lectura y la mìa: www.franciscomendez.blogspot.com. Ojalà, todo esto redunde en un mayor conocimiento de su obra y propicie la lectura de este escritor excepcional en nuestra literatura hispanoamericana.


Cualquiera que haya leído un solo cuento de Borges (y afortunadamente Borges sólo
escribió cuentos y ensayos como cuentos) se dará cuenta de que está frente a un escritor excepcional. Fue Borges quien dijo de Quevedo que no era un escritor sino una literatura. Con mayor justicia se puede afirmar que Borges es una literatura
"

Guillermo Cabrera Infante




"El minotauro"
George Frederick Watts (1817-1904)






Y la reina dió a luz un hijo que sellamó Asterión
APOLODORO, Biblioteca, III, I



Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito (1) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.


El hecho es que soy único. no me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.


Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. ( A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el del otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.


No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Esto no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.


Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá que me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba un vestigio de sangre.


- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -. El minotauro apenas se defendió.
A Marta Mosquera Eastman
(1)El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos





miércoles, 20 de febrero de 2008

"ÌTACA" (Poema de Eugenio Montejo)

A continuaciòn, me permito compartir un poema, que es a su vez, una relectura de otro gran poema: "Ìtaca" de Konstantinos Kavafis, que es una relectura del poema homèrico: "La Odisea", que es una lectura de ese universo mìtico-griego. ¿Un poema en el espejo de otro poema? ¿Diàlogo entre poemas u objetos verbales y, a su vez, comuniòn entre poetas? Su autor: Eugenio Montejo, es un poeta venezolano, nacido en 1938 y recupera la condiciòn marginal, subterrànea y, un tanto sagrada de la poesìa. La transcripciòn la realizè de una grabaciòn, espero haber respetado la versificaciòndel autor. Caso contrario, yo soy el responsable de los errores de la versificaciòn del poema.









ÍTACA
Para un homenaje a Konstantinos Kavafis

Por esta calle se va a Ítaca
y en su rumor de voces, pasos, sombras,
cualquier hombre es Ulises.
Grabado entre sus piedras
se halla el mapa de esa tierra añorada.
¡Síguelo!

El pájaro que escuchas está cantando en griego.
No lo traduzcas. No va ahorrarte camino.
Aquellas nubes vienen de su mar.
¡Contémplalas!
Son más puros los cielos de las islas.


Por esta calle, en cualquier auto,
hacia el norte o el sur
se viaja a Ítaca.
En los ojos de los paseantes arde su fuego,
sus pasos rápidos delatan el exilio.
Aún sin moverte –como estos árboles-
hoy o mañana llegarás a Ítaca.
Está escrito en la palma de tu mano
como una raya que se ahonda, día tras día,
aunque te duermas, despertarás en Ítaca.

La lluvia de este valle,
todo lo arrastra, despacio, hasta sus puertas,
no tiene otro declive.
Ya puedes anunciarnos tu llegada,
buscar hotel, dar al olvido tu destierro.
Por esta calle no ha cruzado un hombre,
que al fin, no alcance su paisaje.
Prepara el corazón para el arribo,
una vez en su reino, muestra tu magia.
Será el reto supremo del exilio.

A ese mar no se miente,
la furia de sus olas todo lo hace naufragio.
Pero no te amilanes.
¡Demuéstranos que siempre fuiste Ulises!

EUGENIO MONTEJO (1928 Venezuela)

viernes, 8 de febrero de 2008

ANTOLOGÌA DE LA LITERATURA FANTÀSTICA




Los cuentos que a continuaciòn les ofrezco, vienen en una de las antologìas mas importantes, realizada por tres grandes escritores argentinos: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Esta antologìa fue publicada en la primera mitad del siglo XX (1940). A travès de ella, nos enteramos de tradiciones literarias importantes, que han alimentado (para provecho y felicidad de nuestra literatura hispanoamericana) nuestra literatura fantàstica, baste mencionar -por decir algo- la gran obra literaria de Borges que, en sì misma, es toda una literatura. En esta antologìa encontraremos obras literarias que provienen de diversas tradiciones: Extremo Oriente, Àrabe, Persa y, por supuesto, Occidente. Esta antologìa no tiene desperdicio.

A continuaciòn, me permito transcribir unas lìneas que, en torno a esa gran tradiciòn de la literatura àrabe, nos dice Guillermo Cabrera Infante en artìculo publicado en la Revista Letras libres en Septiembre de 2001. En el que realiza un recuento geogràfico e històrico de la trayectoria que ha recorrido el arte narrativo del cuento. El artìculo se llama: "Y va de cuentos".


"Las mil y una noches es la más monumental compilación de cuentos del fin de la Edad Media. Esos cuentos son la más traducida (y conocida) literatura árabe después del Corán. Sus historias ("Alí Babá y los cuarenta ladrones", "Aladino y la lámpara maravillosa" y "Simbad el marino") tienen tanta popularidad como cuando fueron traducidos a los distintos idiomas europeos. Su influencia es perceptible desde Boccaccio y Chaucer. Pero antes un extraordinario escritor español, el Infante Don Juan Manuel, incluyó en su Libro de los ejemplos más de un cuento árabe que venía de Las mil y una noches, convertida entonces en tradición oral. Al revés de lo que ocurre con los cuentos contemporáneos en Europa, Las mil y una noches tiene mil y un autores y la despabilada princesa Sherezada es un autor colectivo que cuenta con voz de mujer. Son en todo caso cuentos de encanto y hasta su título en árabe es encantador, encantatorio: Alf Layla wa Layla. De esa vasta colección de cuentos se ha rastreado su origen hasta el siglo IX después de Cristo. Su última forma es del siglo XVI. Es decir que el libro cubre con su embrujo oriental casi toda la Edad Media cristiana —a pesar de que cada comienzo de cada cuento dice: "...pero Alá es más poderoso". Después sigue una clase desconocida de poesía que las infieles y cruentas traducciones no han conseguido aniquilar. Sherezada es la más poderosa máquina de matar el aburrimiento y la crueldad del rey que siempre asesinaba a la consorte de cada noche con excepción de la cuentista, una mujer aunque amenazada amena."


OJOS CULPABLES


Cuentan que un hombre compró una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él le respondió: “Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.” Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo: “¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.” Ella le respondió: “No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios. A la noche, el hombre oyó en sueños a una voz que le decía: “La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.” Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha, tendida a un lado, estaba muerta.

Ah’ Med Ed Chiruani






FINAL PARA UN CUENTO FANTASTICO

-¡Qué extraño! –dijo la muchacha, avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada! –La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! –dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos ha encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo –dijo la muchacha-.
Pasó a través de la puerta y desapareció

Ireland
Visitations (1919
)



HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON

Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme) que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño a un desconocido que le dijo:
-Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla.
A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo:
-¡Quién eres y cuál es tu patria?
El hombre declaró:
-Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.
El juez le preguntó:
-¿Qué te trajo a Persia?
El hombre optó por decirle la verdad y le dijo:
-Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me prometió ha de ser esta cárcel.
El juez echó a reír.
-Hombre desatinado –le dijo-, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín, un reloj de sol y después del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no vuelva a verte en Isfaján. Toma estas monedas y vete.
El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.

Gustav Weill (1808-1889)

lunes, 7 de enero de 2008

"MI AMIGO ANARQUISTA" por Enrique Krauze

JULIO DE 2006
(Revista letras libres)


Ricardo Mestre, anarquista catalán exiliado en México, descreía de la "purificación por la violencia" y fue, amén de un espíritu abierto, un hombre comprometido con la libertad. Krauze traza el perfil de este personaje irrepetible, fundador, en la Ciudad de México, de la Biblioteca Social Reconstruir.




Se llamaba Ricardo Mestre Ventura. Despachaba o, mejor dicho, oficiaba en un modesto departamento interior de un viejo edificio en la calle de Morelos, en la Ciudad de México. Era la sede de la Biblioteca Social Reconstruir. Detrás de su escritorio lleno de recortes, diarios y revistas, rodeado de estantes con las últimas novedades y los clásicos del pensamiento anarquista distribuidos o editados por él, Ricardo parecía un Santa Claus catalán: un gordo luminoso de tez clara y gruesos antebrazos, con una hermosa voz de bajo barítono, carcajada estentórea y limpia sonrisa; sus inmensos ojos azules, magnificados por sus gafas, miraban con cariño patriarcal a sus chicos, los jóvenes preparatorianos o universitarios a quienes predicaba las verdades de “la causa”: el anarquismo original, pacífico, constructivo, libertario, el de Kropotkin, Tolstoi y Gandhi. “Ni las bombas, ni los sables, ni las metralletas –repetía Mestre– contribuyen a hacer algún bien a la humanidad”. Su anarquismo vindicaba la dimensión pequeña, natural, libre y espontánea de la vida, frente a las estructuras autoritarias y centralizadas del Estado, las burocracias, las ortodoxias y el gran capital. Culto de artesanos, obreros, pequeños empresarios y editores, no es casual que esa rama del anarquismo haya prendido tanto en países de fuertes estructuras opresivas, políticas, religiosas o económicas, como Rusia, Polonia, España y Estados Unidos a fines del siglo XIX.
Mestre había nacido el 15 de abril de 1906 en el sonriente puerto de Vilanova i la Geltrú, muy cerca de Barcelona. Su educación formal fue casi nula: el paso fugaz de un joven rebelde y pícaro por las aulas de “los escolapios”. Prefirió la escuela de la vida: “¿Qué he sido? Coño: pues he sido desde albañil, tejedor, chofer, ebanista crítico, abarrotero, hasta librero y editor”. Hijo de un obrero de la Pirelli, miembro desde joven de la CNT (central obrera anarcosindicalista, muy poderosa en Cataluña), fundador de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias y del periódico La Estela, al estallar la guerra civil Mestre fue electo juez. Se preciaba de haber oficiado las primeras bodas y los primeros divorcios libres y revolucionarios en Cataluña. Separado de toda creencia religiosa, creyente sólo en la posibilidad de una sociedad justa y fraterna, Mestre rechazó desde el principio la tendencia profanatoria y asesina de sus compañeros anarquistas y se dedicó a salvar la vida de varios sacerdotes. Preso en el campo de concentración de Argelès, en el sur de Francia, emigró a México en 1939 y se estableció en la compraventa de arte. Con el tiempo volvió a las andanzas anarquistas, pero no en la militancia sindical o partidaria sino en otra de las vocaciones típicas aunque poco recordadas de ese movimiento: la actividad editorial.
Sospecho que su verdadero modelo era Proudhon. Yo me había quedado con la frase de Proudhon repetida muchas veces por mi abuelo: “Roba lo robado”. Pero con Mestre aprendí que aquel fundador del anarquismo era mucho más constructivo: inventó las sociedades mutualistas de crédito, el seguro social, los bancos populares; ponderó las ventajas del autoempleo y propició la libre conversación de los lectores a través del trabajo editorial: “la gente se acerca a mí buscando libros, ideas, discusión, investigación filosófica ... me abandonarían si les propusiera formar un partido político o una sociedad secreta”. Era el retrato de Mestre.
Tres o cuatro veces al año, los amigos nos reuníamos con él haciendo una “peña” en el café La Habana, en el restaurante El Cid o en casa de algún miembro del grupo. Corrían los años de Carlos Salinas de Gortari que, como todo gobernante, no era santo de su devoción. No comprendía a los intelectuales que lo apoyaban y vociferaba en su contra dando manotazos indignados. De pronto, la conversación dejaba al México del momento y Mestre rememoraba días pasados. Cuando hablaba de Stalin pedía que el círculo se estrechara y bajaba la ronca voz hasta volverla casi imperceptible, no fuera que el espíritu de aquel carnicero estuviera rondando y nos mandara aprehender y fusilar. Mestre detestaba a Castro. Nadie mejor que un anarquista para descubrir la esencia autoritaria del comunismo: Bakunin polemizó con Marx y Kropotkin criticó a Lenin. Innumerables cartas suyas, fulminantes, inteligentes, apasionadas, aparecieron en Excélsior para revelar la verdadera cara del dictador que ahogaba todas las libertades de la isla. Mestre era un hombre valiente, pero en esos casos usaba el seudónimo de José Riera. Los dictadores, como el “Big Brother” de Orwell (el escritor a quien Mestre, por supuesto, adoraba) siempre escuchan, nunca mueren.
Su vehículo habitual era el teléfono. Sus consejos y reconvenciones tenían un tono conspiratorio. El único problema era su reloj biológico: Mestre llamaba casi de madrugada. Sondeaba los gustos de cada miembro de mi familia (cocina, aventuras, historia) y nos enviaba libros útiles y extraños. Me regaló, por ejemplo, Nacionalismo y cultura y Artistas y rebeldes, de Rudolf Rockert, teórico del anarquismo. “Sin ser judío, Rockert –me informó Mestre– sabía que muchos de sus lectores eran judíos y por eso escribió uno de esos libros en yiddish”. Me dio los libros del anarquista argentino Diego Abad de Santillán sobre la Revolución Mexicana, y las obras del más célebre de los anarquistas mexicanos: Ricardo Flores Magón. Poco a poco, gracias a Mestre, fui rehaciendo mi propio mapa intelectual de la Revolución Mexicana. Pensé que la deuda con el anarquismo era mayor de lo que se ha supuesto. No sólo la trayectoria de Flores Magón o el gesto de Antonio Díaz Soto y Gama en la Convención de Aguascalientes (agitando el “trapo” de la bandera nacional, abriendo el pecho para que lo mataran), sino el zapatismo todo estaba impregnado de un anarquismo natural. Por eso Soto y Gama recuerda haber escuchado que Zapata abominaba del comunismo. Esa veta me llevó a descubrir al gran historiador Frank Tannenbaum. Preso hacia 1914 en Nueva York por encabezar una manifestación de desempleados que allanó una iglesia, Tannenbaum vio en el proyecto educativo y social de la Revolución la encarnación de los sueños anarquistas que le predicaba su maestra Emma Goldman, discípula a su vez de Kropotkin. Amigo cercano de Cárdenas, terminó por desencantarse del colectivismo agrario, el desarrollismo industrial y la acumulación de poder, y en 1951 sugirió –para horror de izquierdas y derechas– el apoyo a “lo mejor de México”, la pequeña comunidad campesina. Sus ideas están vigentes.
Mestre murió serenamente en 1996. Es obvio que era un utopista y un romántico. Una especie extinguida de anarquista pacífico y tolstoiano. Pero la práctica cotidiana de fraternidad que ejercía, esa comunión laica alrededor de las ideas, los libros, las lecturas, los asuntos políticos y morales de cada día, no tiene nada de utópica. Es la esencia de la auténtica vida intelectual. Y hay otra dimensión rescatable en su actitud. Su abjuración del poder. “Ser gobernado –escribió Proudhon– es ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, numerado, reglamentado, adoctrinado, sermoneado, comprobado, calibrado, evaluado, censurado, mandado por criaturas que no tienen el derecho, ni la sabiduría ni la virtud para hacerlo”. Con esa verdad sí comulgaba Mestre. Recuerdo el modo catalán con que arrastraba la letra ele, como cabalgando en la palabra libertad. ~